Queridos Pastores... ¡Verifiquen su Ego!

Como pastor joven, me emocioné al ser nombrado para estar en una iglesia que tenía algunos problemas complejos. Tenía una profunda pasión por el ministerio y estaba ansioso por tener un impacto positivo en la congregación. Creía que, con mis habilidades y dedicación, podría cambiar y transformar esta iglesia. Sin embargo, a medida que profundizaba en las complejidades de la iglesia, empecé a sentir una carga pesada sobre mis hombros. Sentía una presión inmensa por ser el salvador de la iglesia y por cambiar las cosas rápidamente. Me preocupaba estar a la altura de las expectativas de la congregación y el liderazgo.
A pesar de mis mejores esfuerzos, no pude hacer un progreso significativo en el crecimiento de la iglesia y los problemas persistían. Con el tiempo, me sentía cada vez más descorazonado. Empecé a sentirme insuficiente e incluso cuestioné mis habilidades como pastor. La presión por ser el salvador estaba afectando mi salud mental y emocional. La presión que sentía también empezó a afectar mi vida personal. Constantemente pensaba en la iglesia y los problemas que enfrentaba, incluso cuando no estaba "en el trabajo". No podía relajarme ni disfrutar de actividades personales porque sentía un constante sentido de fracaso e insuficiencia. Me di cuenta de que mi ego no solo estaba afectando mi ministerio, sino que también estaba afectando mi salud mental y relaciones personales.
Un día, cuando estaba en mi momento más oscuro, sentí que Dios me hablaba y escuché las palabras "TÚ no eres el salvador, YO SOY". Fue en ese momento que me di cuenta de que mi enfoque en mi propio ego y mi éxito personal estaba obstaculizando mi capacidad para liderar eficazmente a la congregación. Estaba tan atrapado en la idea de ser el héroe que perdí de vista que no se trataba de mí, sino de la comunidad de creyentes a la que fui llamado a servir. Me estaba poniendo una presión innecesaria para ser perfecto y no reconocía que la iglesia es un esfuerzo colectivo.
Fue una experiencia desgarradora, pero me enseñó una lección valiosa. Me di cuenta de que mi ego estaba obstaculizando mi ministerio. Estaba tan enfocado en mis propias habilidades y logros que perdí de vista el panorama general. Estaba descuidando el poder de la oración y confiando demasiado en mis propios esfuerzos. Olvidaba que es Dios quien es el salvador, no yo. Esta experiencia me hizo reflexionar y descubrir que necesitaba revisar mi ego y dejar de lado la presión por ser el salvador. Necesitaba confiar en el plan de Dios para la iglesia y aceptar que simplemente soy un instrumento a través del cual Dios puede trabajar. Como nos enseña la Biblia en Proverbios 3:5-6, "Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas". Este versículo nos recuerda que debemos confiar en Dios y confiar en su plan para nuestras vidas, incluyendo nuestros roles de liderazgo. Al someternos a Él y dejar de lado nuestra propia comprensión, podemos liderar con humildad y tener un impacto positivo en aquellos a quienes servimos.
Como pastores y líderes, es vital que continuamente revisemos nuestro ego y nos aseguremos de no ponernos por encima de las necesidades de la iglesia. Debemos mantenernos humildes y reconocer que es Dios quien es el salvador, no nosotros. Esto significa que debemos buscar la guía y dirección de Dios para nuestros ministerios y estar dispuestos a dejar de lado nuestros propios deseos y agendas. También es importante recordar que no estamos solos en nuestros roles de liderazgo. Somos parte de una comunidad más grande de creyentes que trabajan hacia un objetivo común. Debemos confiar en los esfuerzos colectivos de la congregación y colaborar con otros líderes para lograr la visión y misión de la iglesia. De esta manera, podemos crear un sentido de unidad y fomentar una comunidad sólida dedicada a servir a Dios. Además, debemos priorizar nuestra salud mental y emocional. Ser pastor o líder puede ser un trabajo exigente y desafiante, y es fácil verse abrumado por las responsabilidades y presiones. Es esencial establecer límites saludables y tomarse tiempo para el autocuidado, incluyendo el descanso, los hobbies y pasar tiempo con los seres queridos. Al cuidarnos a nosotros mismos, podemos servir mejor a nuestras congregaciones y liderar con una mente clara y un corazón compasivo.
En fin, ser pastor o líder en cualquier capacidad puede ser un trabajo desafiante y abrumador. Es fácil dejarse llevar por nuestros propios egos y deseos, pero debemos recordar que es Dios quien es el salvador, no nosotros. Es esencial que continuamente revisemos nuestros motivos y aseguremos que no estamos poniendo nuestras necesidades antes que las de la iglesia. Debemos buscar la guía de Dios y confiar en su plan para nuestros ministerios, liderando con humildad y compasión. Como la Biblia nos recuerda, debemos confiar en el Señor con todo nuestro corazón y someternos a su voluntad. Como pastores y líderes, también debemos reconocer que no estamos solos en nuestros roles. Somos parte de una comunidad más grande de creyentes que trabajan juntos hacia un objetivo común. Al colaborar con otros y priorizar nuestra salud mental y emocional, podemos crear una comunidad fuerte y unida dedicada a servir a Dios. Mi llamado a la acción para todos los pastores y líderes es reflexionar sobre sus motivos y prioridades. Tómense el tiempo para revisar su ego y buscar la guía de Dios para su ministerio. Recuerden que no están solos en su papel de liderazgo y prioricen la colaboración y el autocuidado. Lideremos con humildad, compasión y confianza en el plan de Dios.